ELIZABETH LIRA, ACADéMICA: “EN CHILE, EL VALOR DE LA VERDAD VALE POCO”

La chilena Elizabeth Lira Kornfeld (Santiago, 79 años) ha dedicado una vida al estudio de su sociedad y, sobre todo, a los conflictos y a sus zonas dolorosas. Académica de la Facultad Psicología de la Universidad Alberto Hurtado, Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales 2017 y autora de una obra prolífica, se ha especializado en derechos humanos desde la dictadura de Augusto Pinochet, donde trabajó en el FASIC, uno de los organismos que cobijó a las víctimas de la represión. Fue entre 1978 y 1987, donde vio de cerca la tortura y cómo cinco días eran suficientes para dejar a una persona en un grado de perturbación brutal. En democracia integrante de instancias de búsqueda de verdad y reparación –como la Mesa de Diálogo y la Comisión Valech– en esta entrevista realizada en su departamento de Santiago de Chile analiza la vida social de su país: sus fracturas, el estallido social de 2019, los 50 años del golpe de Estado que se conmemoran en septiembre y, sobre todo, la convivencia.

Pregunta. ¿Cómo enfrenta Chile los 50 años del golpe?

Respuesta. Es muy difícil tener una visión del conjunto, porque Chile ha cambiado mucho. Las diferencias generacionales, por ejemplo, son asuntos que entendemos poco. ¿Qué pasa con la manera que viven y piensan los jóvenes de 20 años?¿Qué distancia o cercanía tienen con respecto a estos temas? No depende tanto de lo que la sociedad hable o lo que se enseñe en los colegios, sino que del modo en que estos asuntos se han procesado en las familias. Hay familias donde el golpe y sus consecuencias tuvieron efectos de rupturas radicales, ideológicas y materiales. La convivencia se rompió en ocasiones por la distancia y, además, por la inviabilidad de convivir cuando se piensa distinto y la manera de prevalecer es pensar que tienes que excluir, eliminar y exterminar a los que piensan diferente. Y eso fue el golpe, desde el conflicto que se va gestando ya desde el Gobierno de Allende.

P. ¿A qué se refiere?

R. A la generación no solo de intolerancia –cuestión bastante común en este país, en materia religiosa y política–, sino que en la inviabilidad de la convivencia. Es un daño profundo a la vida y al vínculo humano. Lo que dices es que ese otro, que como ser humano es semejante, en realidad no tiene derecho a ser parte de esta sociedad. Por lo tanto, yo lo puedo expulsar, matar, hacer desaparecer, torturar. Es el daño más profundo que se generó a nuestra sociedad.

P. ¿Y este país se ha sanado medio siglo después?

R. Esto no se ha reparado del todo. Uno de los problemas mayores es que cuando uno está en la vida política y en las convivencias políticas puedes construir diálogos y puedes conceder que compartimos ciertos valores. Pero cuando se nos escapa lo que compartimos, cuando eso se pierde, lo que queda es la emocionalidad de la frustración y de la hostilidad. Hoy en día, en Chile, un problema serio es no poder reconocer que en la base común de la convivencia sí compartimos valores y que son los que constituyen la posibilidad de respeto de unos por otros y la posibilidad de convivir democráticamente. La convivencia humana no es viable si no le reconoces valor al otro.

P. ¿Y en eso estamos?

R. Una de las cosas que más me ha impresionado de las investigaciones recientes, sobre todo tratando de desentrañar el estallido social, son los datos que muestra el equipo de Kathya Araujo: la destrucción y la hostilidad tienen que ver con la instalación de una no pertenencia, de desapego, de sentir que tú no tienes nada que ver con el otro, porque el otro te maltrata y desprecia. Pero esto es una cuestión recíproca, porque no se podría decir que un sector ha monopolizado la hostilidad. No, yo diría que es cruzado.

P. ¿Cómo se podría explicar este fenómeno?

R. Este es un país con mucha violencia a nivel familiar, todavía. Pensaría que el origen de esta dificultad tiene que ver con que se maltrata a los niños, se los descalifica, se les humilla. Para entender la violencia en la sociedad uno tiene que entender cómo se gesta la relación con la violencia en el maltrato doméstico. En Chile hay un asunto que se ve en diversos ámbitos: hay algo muy perturbado en creer que, porque alguien tiene autoridad, puede generar una asimetría para subrayar la inferioridad del otro.

P. El abuso del que tiene poder, tan común en todos lados.

R. Y las descalificaciones más fregadas que tenemos en el país son las de los padres a los hijos. ¿Cómo, entonces, vamos a pedir respeto en la sociedad entre personas que piensan distinto, donde hay asimetrías obvias, donde se ha perdido la noción cristiana de que todos éramos prójimos? Si tú como ser humano puedes maltratar verbalmente a tus hijos, ¿cómo vas a respetar a otros que son ajenos? En Chile no estamos convencidos de que los otros son semejantes. La dignidad humana, que es el elemento crucial del vínculo, no está realizado. El corazón del problema es haber perdido la noción del respeto y dignidad del otro solo por ser un ser humano, así tenga cuatro años, siete, 15 o 100. Eso no está en nuestra cultura.

P. Habla de los valores comunes. ¿Cuáles son?

R. Uno de los valores más importantes para la gente en esta sociedad es la lealtad. Y eso lo encuentras para bien o para mal en los estudiantes, carabineros, grupos de estudios. La gente hace lazos que están por encima de muchas cosas. Un profesor haría un trabajo inútil si trata de descubrir en un curso al alumno que robó y repartió una prueba antes de ser tomada: nadie le va a decir nada nunca, ofrezca castigo, expulsión o dinero. Y eso es algo que nos debiera hacer pensar: si eso es un valor, ¿cuál es el valor que se pierde? La verdad. Y en este país el valor de la verdad vale poco, bien poco. La gente por lealtad está dispuesta a mentir, esconder, tapar, etcétera. Y eso es parte de las dificultad para saber qué pasó con los desaparecidos en dictadura.

P. Con lo cerca que ha estado de la búsqueda de la verdad sobre el destino de los desaparecidos, ¿cree en pactos de silencio?

R. La gente se hace la idea de que hay tratos o pactos de silencio, pero no es necesario: culturalmente existe esta sensación de lealtad y compañerismo que está por encima de cualquier otro valor. Y es lo que siempre ha dificultado cualquier investigación sobre todo en instituciones como el Ejército o Carabineros. Pero la lealtad, en cualquier caso, es un valor que esta sociedad podría desarrollar más positivamente. Como la solidaridad, otro valor de Chile. Y estos valores no están ligados necesariamente a posturas ideológicas, pero el desapego nos hace pensar que no compartimos nada.

P. Respecto de las víctimas, ¿cuánto más se podría saber hoy?¿Cree que hay más información?

R. Siempre puede haber información, pero no necesariamente clasificada como la preguntamos. Podría haber, ¿por qué no?. Pero institucionalmente creo que eso no es muy relevante. Lo que puede ser más relevante son las informaciones de las personas que participaron en determinadas situaciones pudieran entregar. Eso tiene una dificultad cada día mayor: su edad y el olvido. Pero además, nadie les está preguntando. Y la principal dificultad: ¿quién está interesado en escuchar? ¿cómo conectas al que tiene algo que decir con el que quiere oír?

P. ¿Cuál es la deuda pendiente a 50 años del golpe?

R. La deuda que sigue pendiente a 50 años del golpe es la de los desaparecidos. El Gobierno va iniciar un plan de búsqueda, que no es buscar los huesos, porque yo creo que es poco probable que aparezcan más. La búsqueda debiera terminar en poder explicarle a cada familia lo que el Estado hizo para buscar a su familiar y lo que se sabe respecto de su paradero y destino final. No porque la respuesta sea satisfactoria, porque en muy pocos casos se podrá entregar algún resto que permita hacer un funeral. Sino porque, en la continuidad del Estado, la autoridad de Gobierno debiera tener la capacidad de responderle a cada familia sobre lo que pasó.

P. ¿Apoya, por lo tanto, el plan de búsqueda?

R. Me parece bien que se inicie, pero me parece no muy bien si no logramos especificar el horizonte estratégico de esta búsqueda. No es que vayamos a encontrar a los desaparecidos, pero el Estado no puede sino buscarlos, tiene que buscarlos. Porque no es la familia la que debe seguir buscando, como si fuera un asunto privado. Es un asunto público, político.

P. ¿Cuántos desaparecidos hubo en Chile?¿y cuántos falta por encontrar o identificar?

R. La actual cifra del ministerio de Justicia es de 1467. De ellos, unos 300 son personas que se saben que están muertas, pero nunca se entregaron los cuerpos. De los primeros 1.100, el Servicio Médico Legal identificó alrededor de 307. Del resto, unos 800, no se sabe. Y hay restos recogidos, pero que no se han identificado y no sabemos de cuántas personas son. Existe un banco de datos, pero –es grave lo que voy a decir– creo que no hemos tenido la competencia técnica para las necesidades que teníamos.

P. ¿Cuál es su valoración respecto de la justicia en los casos de violaciones a los derechos humanos?

R. Cuando detienen a Pinochet en Londres en 1998 se produce la explosión de las querellas que abren la posibilidad de juicios que no había habido antes. Si se examinan muy críticamente los resultados, son juicios con condenas bajas, etcétera. Pero esto nunca había ocurrido en la historia de Chile, nunca. Nunca los juicios habían llegado a término. Nunca había ocurrido que estando condenadas personas relevantes no intervinieran con indultos y amnistías. Y aquí hubo distintos esfuerzos porque eso ocurriera y no sucedió. Y eso me parece muy interesante de seguir observando. Hay unos 1500 juicios aún abiertos.

P.¿En qué medida las deudas heredadas del golpe de Estado y la dictadura impactan hoy en 2023 al conjunto de la sociedad?

R. En un sistema social como el nuestro donde hay tantas injusticias cruzadas, el problema de la violencia es una herencia no resuelta de la dictadura. No hemos logrado como sociedad valorar la democracia como un modo de convivencia permanente. ¿Cuánto de la violencia que vimos en el estallido de 2019 tiene que ver con las frustraciones y con la legitimidad que hoy nos da el tipo de cultura comunicacional, que parece permitir el derecho a expresar las rabias y molestias? Los seres humanos adultos pueden elegir expresar o no expresar, pensar o no pensar y pensar qué pensar.

P. Un 36% de los chilenos cree que los militares tuvieron razón en dar el golpe de Estado que lideró Pinochet, según la encuesta CERC-MORI.

R. En estos días hemos empezado a escuchar a gente que revaloriza el golpe de militar como una buena manera de haber resuelto conflictos que teníamos como sociedad y me parece un disparate. Porque una democracia debe construirse sobre el valor de la vida humana. Si no valoras la paz que tienes y las condiciones de la paz, la pierdes. Y cuando la pierdes, tienes muchas dificultades para volver a reconstruir la convivencia.

P. ¿Y Chile puede reconstruirla?

R. Claro, yo creo que sí. Pero lo que nos espeja es el trato con los migrantes. Si nosotros no mejoramos eso, vamos a tener un problema de violencia infinito.

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